Ursula Ponce De Leon Villasante

Hay quienes pintan lo que ven, y quienes pintan lo que recuerdan del alma.
Úrsula pertenece a la segunda especie.

Sus manos guardan la memoria de fábulas, personajes y paisajes que, antes de existir sobre el lienzo, viven en un territorio sin tiempo. Allí, las palabras se mezclan con los colores y las melodías se cuelan entre pinceladas, como si pintar fuera también cantar… o conversar con la vida.

Su universo creativo nació de múltiples raíces: la escritura que florecía en su adolescencia, las caricaturas que le enseñaban alegría, el modelado de arcilla que la llevaba a perder noción de las horas, la restauración de objetos que devolvía la vida a lo roto. Cada técnica fue una puerta, cada etapa un puente hacia la siguiente.

Cuando la música llegó, no lo hizo como un añadido, sino como un eco natural de lo que ya estaba en ella. Los colores revelaban melodías, hasta que la pintura se convirtió en ritual. Así, la guitarra, la voz y los pinceles comenzaron a dialogar, creando cuadros que no solo se miran, sino que también se escuchan.

Su estilo es libre, simbólico, arquetípico. A veces caricaturesco, a veces místico. Siempre conectado a un propósito: traducir lo invisible en formas y colores.

En sus talleres, la pintura se convierte en un viaje interior; en sus obras, el espectador es invitado a entrar en un territorio donde la imagen y el texto nacen juntos, como hermanas inseparables. Úrsula no pinta para seguir tendencias. Pinta para recordar, y en cada trazo, cada palabra y cada acorde, parece susurrar:
"Bienvenido a este pequeño mundo. Aquí el arte no es adorno, es camino."

Hoy, Úrsula integra la pintura, la música y la astrología evolutiva en un lenguaje único que podría acercarse a lo naif, sin importarle certeramente el nombre que encasille su estilo, ya que transita entre lo caricaturesco, lo místico y lo arquetípico. Prefiere la sencillez de los colores acuarelables, aunque el óleo sigue siendo su material predilecto, y el acrílico un material moderno con el que resuelve la mayoría de los lienzos que pinta.

Además de su producción artística, disfruta compartiendo talleres terapéuticos y clases de pintura, donde cada ilustración dialoga con textos que nacen de la misma imagen. Su obra es, en esencia, un puente entre mundos: un lugar donde el arte se convierte en guía, espejo y medicina para quien lo contempla.

En sus talleres, cada trazo se convierte en un viaje y cada ilustración dialoga con un texto que nace de la misma imagen. Más que enseñar técnicas, invita a vivir el arte como un ritual, un puente entre mundos y una medicina para quien lo crea y lo contempla. Un medio para entenderse, para encontrar los “elementos internos” que nos hablan desde el inconsciente.

Porque para Úrsula, pintar no es seguir tendencias, sino recordar un idioma antiguo que aún vive en la memoria del alma.